El 10 de septiembre recibí una notificación que, en esencia, decía: “David, enviaste una apelación. Vuelve mañana para conocer el resultado. Nadie puede ver tu cuenta en Facebook y no puedes usarla.”
Traducción libre: de un día para otro, he dejado de existir para la red social en la que llevo casi 20 años. La causa: un videoselfie para confirmar que soy humano. La consecuencia: bloqueo total de mi perfil y, con él, el acceso a páginas de proyectos, páginas de empresas, Business Manager y campañas. Y, por supuesto, cero margen de maniobra mientras “revisan” si sigo siendo yo.

La escena es absurda si uno piensa en la selva de bots y cuentas falsas que campan a sus anchas en la plataforma. Pero es también sintomática de algo más incómodo: el internet que estamos tolerando es uno en el que una sola empresa puede suspender tu identidad digital y tu actividad profesional por un algoritmo opaco, sin garantías ni contrapesos.
La paradoja del “verifica que eres humano”
Que una plataforma pida verificaciones puntuales tiene sentido. Lo que no lo tiene es que:
- La verificación suspenda todo acceso antes de completarse.
- El proceso sea unilateral, con plazos vagos y sin vía de contacto humano.
- El coste del “mientras tanto” lo pague el usuario: páginas sin gestión, campañas pausadas, clientes sin servicio.
Estamos ante un riesgo de plataforma de manual: dependes de un rentero digital que pone las reglas, ejecuta la sanción y, cuando quiere, te devuelve la llave.
La ironía es doble. Por un lado, piden pruebas de humanidad a usuarios reales mientras la plataforma no logra frenar redes de spam, granjas de engagement y cuentas automatizadas. Por otro, el modelo de negocio que monetiza atención y datos penaliza al usuario legítimo que, por precaución, evita compartir más biometría de la necesaria. ¿Cuántos videoselfies más habrá que entregar para seguir “existiendo” en la plaza pública privatizada? ¿Harán algo más con esos videoselfies en la era de la inteligencia artificial?
El “apagón” invisible: cuando tu perfil arrastra a tu negocio
Para cualquiera que gestione proyectos, el perfil personal en Facebook no es un adorno: es la llave maestra que abre páginas, cuentas publicitarias, catálogos y activos compartidos. Si la llave desaparece:
- Pierdes acceso a páginas corporativas y Business Manager.
- Se interrumpen campañas y optimización.
- Se bloquea la atención al cliente en canales donde la marca conversa a diario.
- Se complica la facturación y los reportes.
Lo grave no es solo quedarse fuera. Es que la plataforma asume que este daño colateral es aceptable y no ofrece continuidad operativa. No hay un “modo seguro” que permita a un administrador secundario tomar el control temporal mientras dura la verificación del propietario inicial. Para quien gestiona marcas, eso es una deuda de fiabilidad difícil de justificar.
¿Es este el internet que queremos?
La pregunta es incómoda pero necesaria. No se trata de demonizar a Facebook (Meta) —que, como cualquier infraestructura masiva, sufre abuso, fraude y ataques—. Se trata de reconocer el desequilibrio:
- Centralización extrema: una compañía decide quién entra, quién sale y bajo qué criterios (a menudo, no auditable por usuarios o reguladores en tiempo real).
- Opacidad operativa: ni plazos, ni SLA, ni soporte humano predecible para incidencias que afectan a actividad económica.
- Asimetría de responsabilidad: el usuario pone su identidad, sus activos y su trabajo; la plataforma se reserva el derecho de desconectarte por “dudas” y luego verifica.
Mientras tanto, el ruido automatizado (bots, scrapers, spam) persiste porque los incentivos del modelo de negocio premian el volumen de actividad por encima de la calidad de comunidad. Es un peaje que muchos aceptan porque “ahí está la audiencia”. Hasta el día en que te dicen que, a efectos prácticos, no existes.
Qué hacer (ya) para reducir el riesgo de plataforma
Este episodio tiene moraleja. Si tu presencia en redes forma parte —aunque sea pequeña— de tu actividad profesional, conviene blindar cuatro frentes:
1) Gobernanza y roles
- Nunca dependas de un solo perfil como administrador de páginas y cuentas publicitarias.
- Añade 2–3 administradores de confianza en cada activo crítico (páginas, Business Manager, catálogos, píxeles, Conversion API).
- Crea un usuario del trabajo dedicado (con 2FA robusta y correo corporativo) para tareas de administración.
2) Redundancia operativa
- Documenta accesos y asigna permisos por rol, no por persona.
- Mantén métodos de pago alternativos y copias de creatividades, audiencias y reglas fuera de la plataforma.
- Automatiza reportes en herramientas externas para no depender del acceso diario a la cuenta.
3) Canales propios
- Fortalece activos de primera parte: dominio, lista de correo, CRM y analítica.
- Reparte la comunidad en más de un canal (web, newsletter, RSS, Fediverse/Mastodon, LinkedIn/Twitter/X) para no concentrar todo el riesgo en un solo jardín amurallado.
4) Cumplimiento y derechos
- Exige tus derechos de acceso y portabilidad (RGPD): descarga de datos, registro de actividad, justificante de bloqueo.
- Si hay impacto económico cuantificable (campañas interrumpidas, multas contractuales), documenta evidencias; la trazabilidad ayuda en reclamaciones.
Cómo debería ser un proceso de verificación responsable
No todo es queja. También hay buenas prácticas que cualquier plataforma podría adoptar sin sacrificar seguridad:
- Verificación paralela, no punitiva: confirma identidad sin desconectar al usuario de activos comerciales cuando haya administradores redundantes.
- Modos degradados: si hay dudas sobre el perfil, limita acciones de riesgo, pero mantén funciones críticas (atención al cliente, gestión de páginas) en manos de otros administradores.
- Plazos y SLA claros: compromisos de tiempo máximo de resolución para cuentas con activos empresariales vinculados.
- Soporte humano escalable: un canal verificable para incidencias económicas (no todo puede resolverse con bots y formularios).
- Menos biometría, más señales: reforzar señales contextuales (historial, dispositivos, actividad) antes de pedir videoselfies a usuarios legítimos.
El coste silencioso de la centralización
El problema de fondo es que hemos delegado identidad, comunidad y distribución a plataformas privadas cuya prioridad no es —ni tiene por qué ser— nuestra continuidad operativa. A corto plazo, el coste escondido parece asumible: alcance rápido, herramientas potentes, segmentación fina. A largo plazo, la factura llega en forma de dependencia, bloqueos inexplicados y tiempos muertos que nadie compensa.
No se trata de “irse” de las plataformas. Se trata de rebalancear: usar lo que aportan, sin entregar las llaves de tu negocio o tu proyecto. La soberanía digital empieza en cosas tan prosaicas como tener copia de tus audiencias, otro admin con 2FA, y una newsletter que no puede cerrar un algoritmo.
¿Y Facebook? ¿Y yo?
Yo he cumplido con su videoselfie y esperaré su “idealmente en 1 día”. Si me devuelven la existencia, perfecto. Si no, tomaré nota y redistribuiré mi esfuerzo hacia canales que controlo. No por despecho, sino por prudencia operativa.
Porque nadie debería perder un día de trabajo —o una relación con sus clientes— por el capricho de una caja negra que decide, sin explicación y sin interlocutor, si sigues siendo humano. Y porque el internet que queremos no puede ser una ventanilla única con derecho de admisión cambiante.
Checklist exprés para quien está bloqueado ahora mismo
- Revisa desde ya quiénes son administradores en cada activo (página, cuenta publicitaria, píxel, catálogo). Añade 2–3 personas.
- Activa 2FA en todos los perfiles con acceso. Yo lo tenía activado.
- Exporta audiencias, creatividades y reportes a almacenamiento propio.
- Abre o refuerza un canal directo (newsletter, blog, RSS) y avisa a tu comunidad.
- Documenta impacto económico (fechas, campañas, presupuestos) por si necesitas reclamar.
- Solicita copia de tus datos y el motivo del bloqueo. Es tu derecho.
En resumen
Facebook puede tener sus razones, y el fraude es real. Pero la solución no puede ser desconectar a usuarios legítimos y paralizar su trabajo hasta que un algoritmo termine la ronda. Si una plataforma se erige en árbitro de tu identidad, debe ofrecer debidas garantías: procesos proporcionales, plazos razonables, soporte humano y continuidad cuando hay negocio en juego.
Mientras llega ese futuro, toca ser prácticos: menos dependencia, más redundancia y más canales propios. Porque el día que una pantalla te diga que ya no existes, no debería también desaparecer tu trabajo.