Google en las aulas: ¿Caballo de Troya o solución educativa?

La expansión de los servicios educativos de Google, como Google Workspace, Classroom y los Chromebook, ha revolucionado la forma en que estudiantes y profesores acceden a la tecnología. Sin embargo, detrás de la apariencia de un regalo gratuito y eficiente para el sistema educativo, muchos expertos advierten sobre las implicaciones a largo plazo de esta dependencia tecnológica, especialmente en países como España, donde su penetración en las aulas está siendo notablemente acelerada.

Pero no solo expertos en la materia, padres, como uno mismo, vemos que la dependencia de Google desde etapas infantiles para comunicarse con los padres es elevada e innecesaria. ¿Quizás aun estemos a tiempo de cambiarlo?

El atractivo de lo «gratis»

Google ha logrado posicionarse como un pilar bastante importante en la digitalización de la educación al ofrecer herramientas como Gmail, Google Docs, Google Drive y Classroom de forma gratuita para escuelas. Además, los Chromebook, dispositivos económicos que se integran perfectamente con este ecosistema, se han convertido en una opción predilecta para muchas instituciones. Dejando de lado equipos de similar coste o menores que con Linux y LibreOffice harían la misma función con un entorno de código abierto y libre.

Para las administraciones educativas, enfrentadas a limitados presupuestos y la necesidad de modernizarse, esta oferta resulta irresistible. Pero como señala el dicho, «cuando algo es gratis, el producto eres tú». Este modelo no es un acto de altruismo, sino una estrategia cuidadosamente diseñada para captar futuros clientes y consolidar su dominio en el ámbito tecnológico.

Educando clientes, no ciudadanos digitales

El problema subyacente de la implementación masiva de los servicios de Google en las escuelas radica en cómo condiciona a los estudiantes desde una edad temprana a depender de herramientas privativas. Cuando se educa a los jóvenes en un ecosistema cerrado, se les priva de explorar alternativas y de comprender los principios de la tecnología abierta, que fomenta la independencia, la innovación y el control sobre sus propios datos.

Google no solo proporciona herramientas, sino que moldea hábitos digitales. Los estudiantes que crecen utilizando exclusivamente estas plataformas serán adultos que, probablemente, seguirán eligiendo los servicios de Google en el futuro. En términos empresariales, esto es una estrategia de fidelización temprana disfrazada de apoyo educativo.

El riesgo de los datos

Un aspecto crítico es el acceso que Google tiene a datos masivos de estudiantes y docentes. Aunque la empresa asegura cumplir con las normativas de privacidad, el historial de controversias relacionadas con el uso de datos personales genera desconfianza. En un momento donde la soberanía digital y la protección de datos son prioridades globales, depender de un gigante tecnológico para gestionar datos educativos plantea preguntas incómodas sobre el control y la seguridad de esta información.

Alguien duda de que Google está recopilando datos tanto de profesores como de los alumnos para disponer de una «big data» que no tiene precio conforme esos pequeños van creciendo y las tecnológicas pueden acceder a metadatos brutos para manipularlos a su antojo, o digamos supuestamente para ser más suaves.

¿Y el software libre?

El dominio de Google en las aulas también refleja la falta de compromiso de muchas administraciones educativas para impulsar alternativas basadas en software libre y de código abierto. Herramientas como LibreOffice, Moodle o Nextcloud ofrecen funcionalidades comparables sin atar a los usuarios a un proveedor único ni poner en riesgo su privacidad. Que además les dará la opción futura de probar más herramientas gratis o de pago, pero con una base de que existen soluciones de código abierto que son igual de buenas que muchas de pago.

El software libre no solo evita la dependencia de corporaciones multinacionales, sino que también fomenta valores esenciales en la educación, como la colaboración, la transparencia y la adaptabilidad. Además, sistemas operativos como Linux pueden ser implementados en dispositivos escolares con costes significativamente bajos, ofreciendo un ecosistema tecnológico robusto y ético.

Una mirada crítica para el futuro

La educación debería ser un terreno neutral, donde los estudiantes aprendan a manejar una variedad de herramientas y a comprender los principios detrás de la tecnología que utilizan. Permitir que un único actor, como Google, domine este espacio es cerrar puertas al pensamiento crítico y la diversidad tecnológica.

España, al igual que otros países, necesita replantearse su estrategia digital educativa. Invertir en infraestructuras que apoyen el software libre y educar a los estudiantes en tecnologías abiertas no es solo una cuestión de ahorro, sino una apuesta por la soberanía tecnológica, la sostenibilidad y el futuro de una ciudadanía digital informada y libre.

El regalo de Google no es altruismo, es una inversión estratégica que tiene un precio a largo plazo, ejecutada de forma magistral «engañando» a todas las parte implicadas con su dulce caramelo. Las administraciones y las comunidades educativas deben actuar ahora para garantizar que la educación digital no sea una puerta de entrada para la dependencia, sino una plataforma para la autonomía y el progreso.

Imagen generada con Flux.