Desde hace años escucho esa frase una y otra vez: “Los robots no reemplazarán a los trabajadores, solo aumentarán su productividad”. Suena bien. Reconfortante incluso. Parece que alguien se ha molestado en tranquilizarnos antes de que nos preocupemos demasiado. Pero, cuanto más observo lo que está pasando en el mundo de la tecnología, más difícil me resulta creérmela.
Estamos entrando de lleno en la era de los robots humanoides. Ya no hablamos solo de brazos robóticos en fábricas ni de algoritmos que nos recomiendan películas. Ahora hablamos de máquinas que caminan, que cargan, que manipulan objetos con cuidado y que incluso empiezan a entender instrucciones complejas. Robots como los de Tesla aka Optimus, Sanctuary AI o Figure que están siendo diseñados para trabajar en los mismos espacios que nosotros… pero sin las limitaciones que tenemos nosotros.
Hoy, quizás, estas máquinas trabajan “con” nosotros. Nos ayudan. Nos hacen más rápidos, más eficientes, más seguros. Pero seamos honestos: el objetivo no es solo ayudarnos. El objetivo, tarde o temprano, será reemplazarnos.
El tiempo como aliado del cambio
Cada revolución tecnológica nos ha contado la misma historia. Que la máquina vendrá a ayudarnos. Que no pasa nada. Pero una vez se vuelve más rentable que el ser humano… adiós al ser humano en ese puesto. Pasó con los telares, con los tractores, con las centralitas telefónicas. ¿Por qué iba a ser diferente ahora?
En el caso de la robótica humanoide, la diferencia es que esta vez no se trata solo de fuerza física. Estos robots están empezando a pensar, a analizar su entorno, a tomar decisiones simples que antes requerían supervisión humana. Y lo harán cada vez mejor, cada vez más barato, cada vez sin descanso.
No es que un día se levanten en huelga.
¿Entonces qué nos queda?
Muchos dirán: “Nos quedarán las tareas creativas, sociales, estratégicas”. Y puede que sea cierto. Pero también es cierto que no todos los empleos pueden reconvertirse en creativos o estratégicos. No todos tenemos los recursos, el tiempo ni las oportunidades para reinventarnos. Y no todo el mundo que se queda sin trabajo tiene una solución fácil. Lo sé por gente cercana. Por familias que han tenido que volver a empezar desde cero.
Yo no tengo todas las respuestas
No escribo esto para dar lecciones, ni para aguar la fiesta de la innovación. Me fascina la tecnología. Me encanta ver hasta dónde somos capaces de llegar. Pero también creo que debemos mirar más allá del entusiasmo. Cuestionar los discursos cómodos. Y preguntarnos: ¿estamos construyendo una tecnología para todos, o solo para quienes pueden permitirse no ser reemplazados?
El futuro no está escrito… pero sí se diseña
Yo aún creo que la tecnología puede ser una aliada. Pero solo si hay voluntad política, social y ética de que así lo sea. Solo si decidimos que el progreso no es solo eficiencia, sino también justicia. Que un robot no es mejor que una persona solo porque no necesita vacaciones.
Mientras tanto, sigo con la sensación de que ese famoso “no te van a reemplazar” es más una anestesia que una verdad.
Porque quizá hoy no nos reemplacen.
Pero el tiempo, ese viejo aliado de la tecnología, ya está trabajando en ello.
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