La reciente elección de la Comisión Europea (CE) de incorporar la Infraestructura en la Nube de Oracle (OCI) a su cartera de servicios ha levantado una gran de polémica y preocupación de las empresas de infraestructura y cloud europeas. A pesar de llevarse a cabo a través de un procedimiento competitivo de contratación, resultando en un contrato de seis años a favor de Oracle, la decisión ha sido cuestionada por su aparente falta de confianza en las capacidades europeas en el ámbito de la infraestructura en la nube.
Con este acuerdo, diversas instituciones y agencias de la UE tienen ahora acceso a más de 100 servicios de OCI, prometiendo un abanico de beneficios que incluyen escalabilidad, seguridad, flexibilidad y un rendimiento de confianza. Sin embargo, la cuestión fundamental reside en la elección de una empresa estadounidense para manejar información crítica, a pesar de que los datos se alojen en centros de datos localizados en territorio europeo.
Aunque OCI se enorgullece de su capacidad para proporcionar computación de alto rendimiento y escalable con un conjunto completo de características de seguridad, la decisión deja entrever una des-conexión entre las acciones de la Unión Europea y sus propias iniciativas para fomentar la autonomía digital y la innovación.
Un ejemplo clave de esto es Gaia-X, una iniciativa liderada por Europa destinada a crear una infraestructura de datos eficiente, competitiva, segura y de confianza. Gaia-X aspira a establecer un entorno digital unificado que promueva la transparencia, la interoperabilidad y la portabilidad de los datos, poniendo el control en manos de los usuarios y fomentando la innovación en todo el continente. Al optar por Oracle en lugar de apoyar y aprovechar las capacidades dentro de su propio ecosistema digital, la Comisión Europea parece estar contradiciendo los objetivos fundamentales de proyectos como Gaia-X.
La elección de un gigante tecnológico estadounidense por parte de la UE no solo ha generado desconfianza en las capacidades tecnológicas europeas, sino que también ha planteado interrogantes sobre la seguridad de los datos y la soberanía digital. Los políticos europeos se encuentran ahora en el punto de mira, cuestionados por su contribución a la erosión de la base empresarial europea y por no haber capitalizado las oportunidades para fomentar la innovación y el crecimiento dentro de sus propias fronteras.
Esta decisión no solo tiene implicaciones inmediatas para las empresas europeas y la seguridad de los datos, sino que también sienta un precedente preocupante para el futuro. La Unión Europea debe reevaluar sus prioridades y alinear sus acciones con sus iniciativas y declaraciones, respaldando a las empresas europeas y fomentando un ecosistema digital que sea verdaderamente seguro, innovador y autónomo.